viernes, 30 de octubre de 2009

EL MERCADER DE VENECIA

Antonio:

Dame la mano, Bassanio; que te vaya bien. No sufras que me haya sucedido tal desgracia por ti, porque en esto la Fortuna se muestra más bondadosa de lo que acostumbra. Suele dejar al miserable sobrevivir a su riqueza para que contemple, con un ojo hundido y arrugada frente, una lárga época de pobreza, y a mi me libra del lento penar de esta desgracia. Dale tus respetos a tu estimable esposa y cuéntale como ocurrió el proceso de la muerte de Antonio. Dile como te amaba. Habla bien de mi después de muerto, y cuando hayas terminado el relato, dile que juzgue si tuvo alguna vez Bassanio un verdadero amor*. Si tu no te lamentas de perder a tu amigo, no se lamentará él de pagar tu deuda. Pues si el judío corta bien profundo, con todo mi corazón lo pagaré al instante.

Bassanio:

la esposa con quien me he casado, Antonio, me es tan cara como la vida misma; pero la misma vida, mi esposa, y todo el mundo, no me son de tanta estima como me es tu vida. Lo perdería todo; si, todo ello lo sacrificaría a este demonio, para liberarte


El Mercader de Venecia, de William Shakespeare.

*"a love", su traducción varía entre amigo y amor.